Tomás se siente cada vez más cercano a Esperanza. Y esa sensación que atraviesa su cuerpo le genera temor. ¿Qué le está pasando? ¿Tambalea su vocación religiosa?
Acaso temeroso del terreno resbaladizo por el que camina, el cura busca contención en el Obispo, quien trata de aclararle alguna de sus dudas y le recomienda que reflexione acerca de sus actos.
Así, Tomás se impone una penitencia: ayunar durante dos días para reencontrarse con el que alguna vez fue, aquel comprometido con el espíritu y no con los placeres terrenales.
Enterada de la situación, Esperanza intenta ver a su amado quien, pasado el primer día de no ingerir alimentos, se encuentra afiebrado en su cama.
Al verlo así, en ese estado tan vulnerable, la joven jura renunciar a su amor para no perturbarlo más…
Tomás comienza a aceptar que Esperanza lo moviliza. Y siente miedo porque ve flaquear su vocación religiosa. Decide recurrir a los consejos del Obispo y, además, se impone él mismo una penitencia. Preocupada, la joven novicia intentará acompañarlo, además de jurarle que renunciará a su amor.
