Daniel Landa y su equipo emprenden una travesía que arranca en Galicia. Vivirán algunas de las tradiciones más espectaculares de esta región como la Rapa das Bestas, en Portugal visitarán el barrio de Alfama y cruzarán el Algarve antes de alcanzar El Rocío, donde acompañarán a la Virgen a Almonte.
Las islas Azores están a medio camino entre América y Europa. En San Miguel visitarán los únicos campos de té del continente y Furnas, un pueblo famoso por su cocido elaborado al calor de las fumarolas volcánicas. En Flores encontrarán el lado más salvaje y desconocido de estas islas.
El equipo viaja a las Canarias, las Islas Afortunadas. Desde Lanzarote hasta la isla de la Palma, el equipo seguirá la obra del escultor César Manrique, pisarán el suelo lunar del Timanfaya, subirán al Teide, se adentran el el Parque de Garajonay y por último, el Observatorio Astrofísico.
La ruta africana comienza en la localidad azul de Chefchauen y en el laberinto de la medina de Fez. El paisaje cambia de forma drástica a medida que atraviesan los caminos nevados del Atlas y las imponentes gargantas del Todra antes de alcanzar el desierto de Erg Chebbi que recorrerán en dromedario. Más allá, encuentran a los auténticos bereberes del desierto y conviven con una familia aislada del mundo, unos verdaderos nómadas.
Daniel y su equipo atraviesan la Ruta de las Mil Kasbahs. Del palmeral de Skoura a las fortalezas de adobe de Ait Ben Hadu o el palacio de Teoulet, ciudades de otra época que cuentan la historia de un lugar mágico. En Marrakech se pierden en el zoco y se enredan entre las serpientes de la plaza de Yamaa el Fna. Cruzan el Sahara Occidental apremiados por la vigilancia policial, y alcanzan Mauritania, donde emprenden un viaje a bordo del Tren de Hierro, uno de los más largos, inhóspitos y apartados del mundo. Y desde el interior del país visitan la misteriosa ciudad de Chinguetti, amenazada por la arena o el paradisíaco oasis de Terjit. En el sur de la capital, Nuakchot, asisten a uno de los mercados de dromedarios más grandes del mundo.
Comienza el África negra, la alegría sin complejos en el puerto de Saint Louis. Senegal les recibe con el bullicio de pescadores y un lago rosa por el que navegan como quien se sumerge en una copa de vino gigantesca. En el delta del Sine-Salum, descubriran islas donde la única bandera es la de la convivencia entre cristianos y musulmanes, rodeados de paisajes desconcertantes. Recorren Gambia, donde habitan los chimpancés y también visitan un santuario de cocodrilos. Algunas recolectoras de ostras, les muestran su oficio centenario De vuelta a Senagal, en un poblado de la etnia diola, les muestran la técnica de sus famosas luchas cuerpo a cuerpo. Pero en la demostración, uno de sus cámaras, y narrador de esta historia, se parte el bíceps y ha de regresar de urgencia a España.
Con uno menos en el equipo, se dirigen hacia el País Basari, en Senegal, una zona remota donde viven los peúl y los bédik en aldeas de fábula, entre los baobabs, lejos de las ciudades. En Guinea Bisáu, embarcarán hacia el archipiélago de Bijagós, uno de los paraísos de África Occidental. En la isla de Orango, presencian bailes ancestrales y buscan a los únicos hipopótamos de agua salada del mundo. Tierra adentro, avanzan hacia una región apartada, por caminos destartalados que les llevará a Tabayenque, una aldea que celebra un ritual de iniciación. Descubren el misticismo del kankurán y esa alegría africana de danzas y tambores.
Las peores carreteras del continente conducen a Conakry, una ciudad sumida en el abandono donde cruzarán sus calles en una moto compartida. En Liberia les espera el paraíso de Libassa Ecolodge, el único santuario del país en el que habitan los pangolines. En Costa de Marfil visitarán los pueblos de los Dan Yakuba, donde los espíritus levantan puentes hechos con lianas, donde máscaras zancudas realizan bailes acrobáticos o donde tienen lugar las carreras tribales. También presenciarán atónitos el baile de la serpiente, una tradición en la que unas niñas elegidas son lanzadas por los aires.
En la costa de Ghana siguen en pie los fuertes que se destinaron al comercio de esclavos. Entran en sus mazmorras y en la capital visitan el mayor vertedero electrónico del mundo. El cámara Vinsen regresa recuperado de Madrid y a partir de aquí se sumergen en el mundo del vudú. Acuden al mercado de fetiches de Lomé, en Togo y a las poblaciones del sur de Benín, donde presencian rituales vudú, que les dejan sin aliento. El viaje da un giro inesperado. La pandemia del Covid-19 ha alcanzado África y deben volver a Madrid.
La pandemia del coronavirus ha mantenido al equipo varado durante 9 largos meses en Madrid. Tan solo Daniel y Vinsen, deciden continuar el viaje y retomar su trabajo en Benín y Camerún. Con el equipo mermado y sin posibilidad de cruzar las fronteras terrestres, viajan al norte del país para conocer a los somba, maestros arquitectos, que les muestran cómo celebran a latigazos, el final de la cosecha del mijo. Atraviesan el fascinante Parque Nacional de Pendjari, donde se encuentran con la fauna salvaje africana. En Camerún conviven con los pigmeos baka, en el corazón de la selva, y viajan al norte del país para conocer a los koma, una tribu aislada entre las montañas desde hace más de dos años, debido a la pandemia y a la amenaza de los terroristas de Boko Haram. Las playas de Kribi marcan el final de esta ruta.
El Parque Nacional de Ivindo, en Gabón es un paraíso que no ha visitado nadie desde hace más de un año. Las Cataratas de Kongou muestran un territorio salvaje, indómito. Después de muchos kilómetros de selva, alcanzan la localidad de Doussala, en el Parque de Muoukalaba-Dudu donde visitan a un grupo de gorilas de llanura y Daniel se somete a una iniciación africana con la comunidad de los punu. Kinshasa muestra los contrastes de una ciudad caótica donde desfilan los sapeur, una sociedad que vive para la elegancia y el glamour. También visitan a una comunidad de bonobos, primates extraordinarios, antes de viajar a Kisangani donde conocerán a los wagenia, una etnia que realiza una pesca trepidante entre los rápidos del río Congo.
Después de guardar cuarentena en Luanda, el primer destino en Angola es un sobrecogedor cementerio de barcos en la playa de Santiago. Pedro, el guía, les lleva por los valles asombrosos de Piedras Negras y se despertarán junto a las cataratas de Kalandula. Visitarán la cueva gigante de Sassa y en el desierto, donde solo sobrevive una planta legendaria, la welwitstchia mirabilis, combatirán la arena del camino primero y la tromba de agua después. Antes de llegar a Namib conocerán diferentes tribus.
Contra todo pronóstico, consiguen entrar en Namibia por la frontera terrestre y eso les da paso a un país fascinante, que arranca en el Parque Nacional de Etosha. En la ciudad de Opuwo, son las tribus del país las que pasean por sus calles y por sus supermercados. En Damaraland, saldrán en busca de los elefantes del desierto, antes de atravesar la Costa de los Esqueletos, un paisaje desolado que vemos por aire y por tierra, hasta alcanzar Cape Cross con su colonia de lobos marinos. Llegarán a Sossusvlei uno de los parajes más hermosos del mundo, con dunas de colores y árboles muertos que resisten al tiempo. Igual que los basters, una comunidad indígena, que no es blanca ni negra y que nos contarán su historia. Cruzarán a bordo de un camión la última frontera, Sudáfrica, y después de más de 300 días de travesía llegarán a su destino final: El Cabo de las Agujas.