En este capítulo se introduce a Arlette, la mayor de las hermanas Rangel, quien corre con la misma suerte de Brenda al intentar encontrar a Héctor. Ambas contarán la odisea que fue no terminar en manos de los criminales y cómo no solo los policías cumplían una función específica en el fenómeno de la desaparición, sino que también instituciones como la procuraduría del estado y el Ministerio Público ayudaban a completar el infierno de impunidad, al trabajar directamente con el crimen organizado. La narración de las hermanas Rangel está apoyada por el testimonio de empleados públicos que son testigos y actores de este entramado.