Una inspectora de Protección al Menor se presenta en la casa de Daniel para evaluar las condiciones de vida de Lorenzo y determinar si deberá ser trasladado a una familia sustituta. Por primera vez peligrará la convivencia de los dos hermanos, que harán lo posible por aparentar normalidad mientras intentan resolver una serie de crímenes cometidos por un francotirador que elige a sus víctimas al azar, lo que provoca bastante alarma social.
Por su parte, María intenta ayudar en el caso: se entrevista con “el zorro”, un criminal algo trastornado, pero muy inteligente, que se dedicó a imitar a los “grandes” asesinos en serie, convirtiéndose en un experto.
La inspección de Elvira dificulta la participación de Lorenzo en el caso del francotirador, pero finalmente Lorenzo hace gala de sus dotes lógico-deductivas a la hora de resolver el caso.
Venganza, asesinos en serie, conductores temerarios y fórmulas para aparentar lo que no es, se unen en un capítulo en el que Mansilla volverá a detectar el poco afecto que el comisario Serrano le profesa y en que el dúo de hermanos regalará una trama en la que la ternura tiene cada vez más cabida.
